Parashat Nóaj
Nos encontramos en este Shabat con la parashah Nóaj y hace referencia a la vida de Nóaj como uno de los grandes patriarcas de la humanidad junto con Adam (Bereshit 2 a 5), y Enoj (Bereshit 5). Continuamos así en un contexto universalista donde lo que se diga abarca a judíos y no judíos.
Habrá que esperar a la parashat Lej Lejá, en el capítulo 17, para que aparezca la segunda mitzvah del libro de Bereshit. Así que el tema ha de circunscribirse a aspectos históricos, o proféticos o circunstanciales para descubrir algún precedente de conducta que nos conduzca en nuestro caminar, “halajah” con el Eterno.
Podríamos hablar de la necesidad de estar en un continuo arrepentimiento y en espera del regreso del Mashíaj, para que los juicios del Eterno no nos cojan, según nuestro parecer, “de improviso”, como cogió a la generación de Nóaj, que ocupada en sus intereses, no quiso escuchar la voz del Eterno y el juicio les llegó cuando menos esperaban, como bien nos lo dijo nuestro Rebe con respecto a su regreso: Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Nóaj entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre (Matitiahu 24:38-39).
Sería muy interesante hablar del mabul, del diluvio, de cómo pudo suceder lo que aconteció acá en la tierra, o explicar lo que sucedió en el mabul en otro plano no físico, como nos lo insinúa Kefa en aquellas enigmáticas palabras “Porque también Mashíaj padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Elohim, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Elohim en los días de Nóaj, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua (1 Kefa 3:18-20).
Pero más bien preferimos hablar de lo que sucedió después del mabul tal como encontramos en el capítulo 9 porque tiene un sentido práctico en nuestro caminar con el Eterno. Dice así el verso 1:
וַיְבָ֣רֶךְ אֱלֹהִ֔ים אֶת־נֹ֖חַ וְאֶת־בָּנָ֑יו וַיֹּ֧אמֶר לָהֶ֛ם פְּר֥וּ וּרְב֖וּ וּמִלְא֥וּ אֶת־הָאָֽרֶץ׃
Vaibárej Elohim et-Nóaj veet-banav, vaiómer lahem: Perú urvú umilú et-haaretz.
Y bendijo Elohim a Nóaj y a sus hijos y les dijo: Fructifiquen y multiplíquense, y llenen la tierra.
En los cinco primeros versículos de este capítulo 9 encontraremos la base lo que ha sido llamado más tarde, por la Tradición Talmúdica: שבע מצוות בני נח (Sheva mitzvot bené Nóaj) – los siete mandamientos para los descendientes de Nóaj – es decir, para la humanidad. Para que un gentil fuera admitido a vivir entre los israelitas debía someterse a estos siete preceptos y eran llamados los “prosélitos de la puerta”. Esto es exactamente lo que declaró el concilio de Ierushaláim para que los gentiles creyentes en Ieshúa pudiesen convivir con los bene Iehudah como aparece en Hechos 15.
Maimónides, basado en el Talmud, dice: “Seis preceptos han sido dados a Adam: La prohibición de idolatría, de blasfemia, de asesinato, de incesto, de robo y el mandamiento de establecer cortes de justicia. – A pesar de que todos estos preceptos los poseemos como tradición que se remonta a Mosheh, nuestro maestro, y que la razón humana aprueba estos preceptos – es evidente, de acuerdo con el tenor general de la Torah, que él (Adam) fue ordenado a observar estos mandamientos. Un precepto adicional fue dado a Nóaj: la prohibición de comer un miembro de un animal viviente (que no ha sido sacrificado), como está escrito Gen. 9:4 “Pero carne con su vida – su sangre – no habréis de comer. “Lo que resulta de esto es que son siete los preceptos.” (Rambam, Libro de Jueces, Tratado de Reyes, Cap. IX Halajah 1).
Abarbanel, sin embargo, ve en estos versículos una respuesta a los posibles temores de Nóaj y de sus hijos y a sus necesidades más inmediatas. Según él, Nóaj al salir de la תבה (Tevah) y encontrar un mundo desolado, caótico, habría abrigado temores:
1°: Su sociedad ha desaparecido por completo.
2°: En su derredor hay más fieras que seres humanos.
3°: ¿Cuál será la fuente de alimentos para sobrevivir ante la desolación que ven sus ojos al salir del arca?
4°: El temor a que, ante dificultades y carencias de las necesidades materiales primarias, este pequeño grupo humano, salvado del diluvio, empiece a autodestruirse.
Y, por lo tanto, para Abarbanel tanto las bendiciones como los mandamientos incluidos en estos seis versículos del capítulo 9 son respuesta directa a los temores que habría abrigado Nóaj en su corazón y que, si bien no están explicitados en el texto bíblico, es imposible creer que un ser humano en aquellas condiciones se sustraiga a ellos.
Ahora bien, creo que las posiciones de estos dos rabinos no son excluyentes. Sin embargo, nos inclinamos a subrayar la línea de Maimónides dado que en Hechos 15, el Concilio de Ierushaláim claramente distingue que las obligaciones de los bené Nóaj/bené Abraham no son las mismas de los bené Iehudah y donde lo mínimo que se le puede pedir a un bené Abraham es que cumpla al menos con las leyes de los bené Nóaj, tales como aparecen posteriormente trabajadas en el Talmud, en el tratado Sanhedrín folios 56a a 60b.
Entremos ahora a analizar el texto de algunos de estos versos.
אַךְ־בָּשָׂ֕ר בְּנַפְשׁ֥וֹ דָמ֖וֹ לֹ֥א תֹאכֵֽלוּ׃
Aj-basar, benafshó damó, lo tojelu
Pero carne, con su alma, su sangre, no comerán
בָּשָׂר בְּנַפְשׁוֹ. (basar benafshó). Carne con su alma. En el verso anterior el Eterno había dispuesto que a partir de Nóaj el hombre tomara alimento animal. Podemos considerar que, ahora, en este verso, el Eterno pone restricciones sobre cómo comer la carne. ¿Por qué? Como veremos en el análisis del verso, el Eterno quiere que no practiquemos crueldad con ningún ser vivo cuando tengamos que utilizarlo para nuestra alimentación.
El significado de la frase בָּשָׂר בְּנַפְשׁוֹ (basar benafshó) se refiere a cuando «la carne» del animal «está con su alma», es decir, cuando está vivo. El sentido de la prohibición es, si a un animal se le cortó un miembro o cualquier otro pedazo de carne mientras estaba vivo, queda prohibido comer ese pedazo de carne, ya que en el momento del corte el animal estaba vivo. Si traducimos literalmente del hebreo sería «carne en su alma», la frase no significa que la carne está en el alma, sino al revés: el alma está en la carne. Hay que entenderla en el sentido de «alma en su carne».
בְּנַפְשׁוֹ דָמוֹ (benafshó damó). Con su alma, su sangre. Es decir, mientras su alma todavía esté en la carne. Recordemos el texto de Levítico, la vida de la carne en la sangre está (Vaiqrá 17:11).
בָּשָׂר בְּנַפְשׁוֹ דָמוֹ לֹא תֹאכֵלוּ (Basar, benafshó, lo tojelu). Carne, con su alma. no comerán. El término בְּנַפְשׁוֹ (“con su alma») literalmente modifica בָּשָׂר («carne”), con lo cual דָמוֹ sería un término aparte. Pero la aparente redundancia de דָמוֹ obliga a interpretarlo como si también modificara a בְּנַפְשׁוֹ. Tenemos así dos lecturas: 1) בָּשָׂר בְּנַפְשׁוֹ, que significa «carne con su alma»; y 2) בְּנַפְשׁוֹ דָמוֹ que significa «con su alma, su sangre». La primera lectura alude a la prohibición de comer la carne de un animal vivo, mientras que la segunda se refiere a ingerir la sangre (Mizrají).
Aún el mismo rey Shaul tuvo que reprochar a su propio ejército cuando comieron carne con sangre como si fueran bárbaros, Y se lanzó el pueblo sobre el botín, y tomaron ovejas, vacas y becerros, y los degollaron en el suelo; y el pueblo los comió con sangre. Y le dieron aviso a Shaul, diciendo: El pueblo peca contra El Señor, comiendo la carne con la sangre. Y él dijo: Vosotros habéis prevaricado (1 Samuel 14:32-33).
Recordemos que en Hechos 15:20,29; 21:15 el no tomar sangre es una de las cuatro prohibiciones básicas para los bené Avraham impuesta por el mismo Espíritu del Eterno (15:28): sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre.[1] Este mandato para los bené Nóaj es fuertemente exigido a los bené Iehudah (Vaiqrá 17:10).
וְאַ֨ךְ אֶת־דִּמְכֶ֤ם לְנַפְשֹֽׁתֵיכֶם֙ אֶדְרֹ֔שׁ מִיַּ֥ד כָּל־חַיָּ֖ה אֶדְרְשֶׁ֑נּוּ וּמִיַּ֣ד הָֽאָדָ֗ם מִיַּד֙ אִ֣ישׁ אָחִ֔יו אֶדְרֹ֖שׁ אֶת־נֶ֥פֶשׁ הָֽאָדָֽם׃
Veaj et-dimjem lenafshotejem edrosh, miiad kol-haiah edreshenu. Umiiad haadam miiad ish ajiv edrosh et-néfesh haadam.
Y, sin embargo, la sangre de las almas de ustedes reclamaré; de manos de todo animal la reclamaré. Y de manos del hombre, de manos del hermano de cada hombre reclamaré el alma del hombre.
וְאַךְ אֶת־דִּמְכֶם (Veaj, et-dimjem). Y, sin embargo, la sangre de ustedes. Aunque el Eterno nos ha permitido tomar la vida de un animal y matarlo para comerlo, sin embargo, reclamará «la sangre de ustedes mismos», es decir, El Eterno reclamará la sangre de quien derrame su propia sangre y se suicide.
לְנַפְשֹׁתֵיכֶם. (lenafshotejem). las almas de ustedes. Es decir, el Eterno también reclamará la muerte del que se ahorque a sí mismo o con cualquier otra forma de suicidio que no implique derramamiento de sangre.
וּמִיַּד הָאָדָם (Umiiad haadam). Y de manos del hombre. Aquí se quiere decir que el Eterno reclamará la sangre derramada de manos de quien asesine con premeditación y sin tener testigos. Pero si hubiera testigos del asesinato y estos hubieran dado al asesino advertencia previa, será responsabilidad de la justicia humana juzgarlo y condenarlo, como se señala en el v. 6, בָּאָדָם דָּמוֹ יִשָּׁפֵךְ (baadam damó ishafej)
De hecho, en Melajim Bet (2 Reyes) 24:3 se narra que el Eterno castigó a Iehudah por toda la sangre inocente derramada por el rey Iehoiaqim y por el pueblo: asimismo por la sangre inocente que derramó, pues llenó a Ierushaláim de sangre inocente; El Señor, por tanto, no quiso perdonar.
מִיַּד אִישׁ אָחִיו (miiad ish ajiv). De manos del hermano de cada hombre. Es decir, de aquel que lo ama como a un hermano, pero que lo mata involuntariamente, Yo reclamaré su castigo si es que no se exilia y solicita el perdón por su falta. Pues también quien mata involuntariamente requiere de expiación. Y si no hay testigos que lo obliguen a exilarse y él mismo no se somete a su castigo, de alguna forma el Santo, Bendito es, exigirá de él la sangre derramada, como interpretaron los rabinos en el tratado talmúdico Makot[2]: la frase, Mas el que no pretendía herirlo, sino que Elohim lo puso en sus manos[3].
En Makot 10b, el talmud ofrece un ejemplo de cómo Elohim hará pagar a ambos homicidas, al intencional y al no intencional, su falta respectiva: Elohim hace que coincidan en un mismo albergue el homicida accidental que se ha negado a expiar su falta mediante el exilio y el asesino sobre el que no hay testimonio fehaciente para condenarlo. El primero cae de una escalera sobre el segundo y lo mata, en presencia de testigos. El primero es condenado al exilio y de esta forma paga su falta inicial, mientras que el segundo, al morir, paga con ello el asesinato cometido.
שֹׁפֵךְ֙ דַּ֣ם הָֽאָדָ֔ם בָּֽאָדָ֖ם דָּמ֣וֹ יִשָּׁפֵ֑ךְ כִּ֚י בְּצֶ֣לֶם אֱלֹהִ֔ים עָשָׂ֖ה אֶת־הָאָדָֽם׃
Shofej dam haadam, baadam damó ishafej. Ki betzélem Elohim asah et-haadam
El que vierta la sangre del hombre, por el hombre su sangre será vertida, pues a imagen de Elohim hizo al hombre.
בָּאָדָם דָּמוֹ יִשָּׁפֵךְ (Baadam damó ishafej). Por el hombre su sangre será vertida. Esta frase quiere decir que si hay testigos ustedes mismos -El Bet Din o Corte de Justicia- le aplicarán la pena de muerte. Con esta frase el Eterno justifica la pena de muerte no solo en Israel, sino en todas las naciones por el contexto universalista del pasaje. ¿Por qué? Este mismo versículo da la razón: «…pues a imagen de Elohim hizo al hombre.» No solo en lo que se refiere a la víctima, que justifica semejante castigo al agresor, sino también en lo que se refiere a los jueces, que son constituidos “elohim”, decisorios de vida o muerte, a imagen del Creador (Salmos 82:6).
Esta es, en realidad, la primera enunciación bíblica de la ley del talión expuesta a nivel universal, “sangre por sangre”, “ojo por ojo” (Ex 21:24). Simplemente expresa la equidad de que la pena ha de guardar proporción con la falta.
וְאַתֶּ֖ם פְּר֣וּ וּרְב֑וּ שִׁרְצ֥וּ בָאָ֖רֶץ וּרְבוּ־בָֽהּ׃
Veatem perú urbú shirtzú baaretz urbú-bah.
Y ustedes, fructifiquen y multiplíquense, pululen en la tierra y multiplíquense en ella.
וְאַתֶּם פְּרוּ וּרְבוּ (Veatem perú urvú). Y ustedes, fructifiquen y multiplíquense. Este precepto está enunciado dos veces en este contexto en el verso 1 y en este verso, el 7. Esto llama la atención de Rashí que, citando el Midrash conecta los versículos 6 y 7 para concluir que: “Todo aquel que no se dedica a construir una familia es equiparado al hombre que causa derramamiento de sangre.”
Así según él, siguiendo el sentido peshat, estas palabras fueron enunciadas aquí porque la primera vez que fueron dichas al ser humano[4], meramente implicaban una bendición, pero en este versículo fueron dichas como mandato5. En Bereshit 1:28, la Torah dice: «Elohim los bendijo, y Elohim les dijo: ‘Fructifiquen y multiplíquense…'» En ese versículo, la exhortación a procrear realmente constituye una continuación del hecho de que los bendijo. Y lo mismo se aplica a Bereshit 9:1: «Elohim bendijo a Nóaj y a sus hijos, y les dijo: Fructifiquen y multiplíquense, y llenen la tierra.» Esta tercera exhortación, sin embargo, no fue precedida por una bendición, lo cual implica que es de aquí que se aprende que Elohim ordenó al hombre que propagara la especie[5].
Pero según su exégesis midráshica a la que acude Rashí, estas palabras, fructificad y multiplicaos, fueron enunciadas aquí con el propósito de comparar a quien no se dedica a procrear con quien derrama sangre. Esto explica la yuxtaposición de este versículo, cuyo tema central es la procreación, con el versículo precedente, cuyo tema central es el derramamiento de sangre.
En el Judaísmo Bíblico y Talmúdico encontraremos permanentemente los dos aspectos de cualquier buena acción: – Mitzvot aseh y mitzvot lo taaseh – lo que quiere decir que la abstención o la neutralidad en campos de decisiones vitales son consideradas como destrucción, ya que no dar vida a hijos equivale a exterminar vida.
Con este mandato de “Fructificaos y Multiplicaos” Nóaj tendrá que quitarse sus miedos, según interpretaba Abarbanel, y tendrá que enfrentar el mundo que encontrará a su salida del arca.
Parecería que la única respuesta a los temores del ser humano es la vida misma.
Y de hecho así sucedió. La expansión de la vida volvió a llenar la tierra. Se nos dice en Bereshit 9:19: Estos tres son los hijos de Nóaj, y de ellos fue llena toda la tierra.
Como vemos en estos versos que hemos analizado, se enumeran claramente tres de las siete leyes universales de Nóaj. La ley de “no comer alimentos prohibidos”, la ley de “no asesinar” y la ley de “establecer cortes de justicia”.
La ley de “no comer alimentos prohibidos” está enunciada en su nivel más fundamental: “no comer carne con su sangre”, “ni comer las partes de un animal vivo” (evar min hajal). Es el nivel número 1 de kashrut, que aun un ben Nóaj debe guardar. Pero incluso el “no comer las partes de un animal vivo” forma parte de mandamientos del Eterno de no “infligir dolor a criaturas vivientes” (tzaar baalé jaim). Es decir, la crueldad con los animales es una prohibición universal que nos permitirá entender mandamientos posteriores dados a nuestro pueblo como aliviar la carga de un animal (Shemot 23:5); no ponerle bozal al buey que trilla (Devarim 25:4); no emparejar a un animal fuerte con uno débil para arar (Devarim 22:10); no carnear o sacrificar a una bestia y a su retoño el mismo día (Vaiqrá 22:28); no cazar al ave con sus huevos o sus pichones (Devarim 22:6-7); darle descanso sabático a los animales domésticos (Shemot 20:10), hasta no cocinar un cabrito en la leche de su madre (Shemot 23:19).
Luego, teniendo a Mosheh que desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de Shabat, este ben Avraham debe aprender niveles ulteriores de kashrut y de respeto a la vida animal, como son los referentes a la shejitah (el carneo del animal) para no tomar sangre en la carne y no hacer sufrir al animal en su degüello. Luego vendrán los mandamientos enunciados en Vaiqrá 11 acerca de los animales puros e impuros, que nos daría el nivel 2 de kashrut. Aprenderá a no comer carroña o carne de animal encontrado muerto (nevelah) (Shemot 22:31; Vaiqrá 17:15). Luego, como ben Avraham que se siente que hace parte de Israel, aprenderá a no comer el nervio ciático (gid hannasheh) identificándose con nuestro padre Israel como se nos instruye en Bereshit 32:32. Aprenderá también a no comer las grosuras (Vaiqrá 3:17). A no comer jametz en Pésaj (Shemot 12:15). A no comer “grano nuevo” (jadash) hasta después de Pésaj (Vaiqrá 23:14). A no comer frutos de árboles recién plantados (orlah) (Vaiqrá 19:23), la separación del diezmo (maaser) y la terumah antes de que se pueda utilizar el producto. Y ulteriores niveles de kashrut que son cerco a la Torah, tampoco le quedarán prohibidos como son la no mezcla de carne con leche (basar vejalav), la separación de utensilios, la leche certificada (jalav Israel), el vino certificado, inspección de las verduras, etc. Tenemos aquí, pues, todo un curso dentro de un programa de enseñanza para los nuevos.
En Bemidbar 35 se dan detalles para que el que ha matado a un prójimo sin intención se exilie en una ciudad de refugio y así sea preservada su vida. Así que la ley universal de “no asesinar” se precisa en detalles para no dañar al homicida no intencional. Al prescribir la penalidad del asesinato, se implanta la pena de muerte que debe ser ejercida por las cortes de justicia. Pero también el mandamiento de no asesinar se extiende a los casos de aborto, suicidio, descuido de los padres ancianos, genocidio, etc.
Y con esto se implanta el mandamiento de crear cortes de justicia, pues no es que el Eterno ordene la “venganza”, o tomar justicia por sí mismo. Por ello Rav Shaul habla de no vengarse, sino de someterse a las autoridades, No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Elohim; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor (Romanos 12:19). Y luego, más adelante añade: Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Elohim, y las que hay, por Elohim han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Elohim resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos. Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien, sino al malo. ¿Quieres, pues, no temer la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás alabanza de ella; porque es servidor de Elohim para tu bien. Pero si haces lo malo, teme; porque no en vano lleva la espada, pues es servidor de Elohim, vengador para castigar al que hace lo malo. Por lo cual es necesario estarle sujetos, no solamente por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto pagáis también los impuestos, porque son servidores de Elohim que atienden continuamente a esto mismo (Romanos 13:1-6).
Por otra parte, el mandato universal de “fructificad y multiplicaos”, sin embargo, no puede tomarse como un mandato legal, pues para cumplir correctamente el mandamiento se requiere la unión voluntaria de un hombre o una mujer, no puede ser forzado, en otras palabras, ninguna corte de justicia puede forzar a un hombre a reproducirse, porque no está en su capacidad hacerlo sin la participación de un cónyuge y en estos casos, el mandamiento cae en una categoría diferente, es decir, no es normativo u obligante como otros mandamientos.
Por lo tanto, tal ordenanza es dicha en un lenguaje no jurídico, sino ético, o sea, son palabras de ánimo y desafío que hacemos bien en seguir y que debemos seguir, pero que no estamos obligados legalmente a seguir, so pena de ser excomulgados de la comunidad. Hay que decir entonces que el sentido de la ordenanza no es legal, sino moral; no compulsivo, pero sí persuasivo, o sea, que el hombre, judío o no, debe procurar casarse y tener una familia, pero no se obliga legalmente a hacerlo.
Por tanto, está permitido al hombre no casarse si lo desea y puede dominar sus impulsos sexuales, si tiene razones válidas para ello. Pero no es lo ordinario, sino lo extraordinario.
En sentido general, la Torah no prohíbe ciertas formas de control de la natalidad, pero hace a los padres responsables de traer hijos al mundo. Algunas formas de control de la natalidad están prohibidas, especialmente las que son de carácter abortivo más que contraceptivo.
Shabat Shalom
[1] Sanhedrin 59a.
[2] Makot 10b
[3] Shemot 21:13
[4] Bereshit 1:28 5 Ketubot 5a.
[5] Sifté Jajamim 7 Iebamot 63b.